viernes, 10 de febrero de 2012

Una declaración de amor


Es la clave del asunto. El abogado insiste en poner sobre la mesa la violación que sufrió la esposa del acusado. El fiscal proclama que eso no tiene que ver con el juicio. Resulta una decisión crucial. Por eso, Otto Preminger filma el instante en que el juez debe decidir si permite la inclusión de esa acción en el juicio poniendo énfasis en un reloj. La cámara se sitúa detrás del magistrado, de fondo permanecen el fiscal, el abogado y la sala, vemos el reloj en manos del juez; éste le da cuerda, se produce una pausa. Un instante de suspense apoyado en el uso de la profundidad de campo. Anatomía de un asesinato (otra película que sabe cómo filmar la palabra) trabaja constantemente con esta idea: elabora los puntos de vista y lleva al extremo el concepto de la puesta en escena. Su discurso se gesta en la manera en que el cineasta dispone a los personajes en la escena.

En cierta manera, estamos ante la misma idea que plantea Cronenberg en Un método peligroso: no basta con aquello que dicen los personajes, sino que las relaciones entre ellos deben manifestarse a través de cada cuadro. No basta con oír, hay que ver. Ahora bien, así como Preminger insiste en alargar las líneas que separen a sus personajes dando más profundidad al cuadro; Cronenberg traza líneas cortas, los separa del fondo.

Anatomía de un asesinato retrata el amor por el trabajo (al final, el protagonista se deshace en elogios por su contrincante, otro apasionado como él), el amor de un abogado por el derecho. Sin duda no puedo imaginar nada más doloroso que la idea de que ese enamorado pudiese ser apartado de su carrera.

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