viernes, 3 de mayo de 2013

El ensayo


He aquí unas líneas azarosas que tienen su origen en el recién terminado D'A de Barcelona.

Primero está el azar, o la deriva juguetona en la que parece instalarse Viola de Matías Piñeiro, cuya libertad contrasta con lo férreo de algunas propuestas guiadas por (excusadas en) el implacable destino (Cruce de caminos, 21 gramos o Crash)

En una escena de Viola, dos actrices que ensayan una adaptación de Shakespeare repiten (y digo repiten porque es lo que hacen pero también para evocar la palabra francesa répétition, ensayo) una parte del guión. La cámara se pega a los personajes, que pronuncian una y otra vez las mismas frases. Las líneas van cambiando de tono: el texto es el mismo; el poso que deja, no. Lo mismo sucede en Los ilusos, de Jonás Trueba, en la que un amigo le cuenta al protagonista su encontronazo con Javier Rebollo. La misma frase se repite como un mantra (palabra de Trueba) y el tono cómico de la escena se va acentuando. De nuevo, se trata de una escena sobre el ensayo, sobre cómo se trabaja con el texto y con los actores.

Trueba se refirió en un momento a La Maman et la putain. Lo hace en relación a dos escenas de Los ilusos: en la primera vemos como el protagonista queda con una chica, en la segunda le cuenta a un amigo el encuentro. Estas dos secuencias trabajan precisamente sobre la distancia entre aquello que pasa y aquello que se cuenta. A diferencia de Eustache y del rivettiano Piñeiro, Trueba se apoya en imágenes que recrean el relato, tanto en esta escena como en la descrita anteriormente.

En un momento en el que el cine de algunos directores jóvenes (Los hijos, Siminiani, Piñeiro, Trueba) parece partir de la idea de búsqueda (de la ficción, del relato, de la narración), el trabajo sobre la palabra se impone. Tal y como lo plantea Jonás Trueba: cómo y qué se puede contar.

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