jueves, 9 de junio de 2011

Uno para todos y todos para ninguno


No recuerdo cuándo fue. Ni siquiera el color de las camisetas. Pero sí lo que pasó. En plena retransmisión de un partido de fútbol por Televisión Española, un jugador cayó en el área rival. El comentarista saltó como un resorte: ¡Es la jugada polémica del partido! ¡Voten en nuestra página web: ¿es penalti o no es penalti?!

Genial. Resulta que ahora, un señor que se supone que cobra para comentar es incapaz de definir si es o no penalti. La verdad debe someterse a votación y la conclusión depende únicamente del aficionado. Este hecho pone de manifiesto la necesidad del periodismo (y más el deportivo) de encontrar un método para maquillar su parcialidad (la responsabilidad queda en manos del espectador y no del periodista). Y, sobre todo, una forma perversa de democracia.

Ya no son necesarios los especialistas, tampoco los dirigentes, pues basta con una encuesta. Quizá esta sea la consecuencia de instaurar las jornadas de puertas abiertas, de internet, donde todos comentamos y opinamos sin responsabilidad alguna y a menudo desde el anonimato. No sería de extrañar que, a la larga, las decisiones importantes las dictara una maquinita (como esa de los billetes de la Renfe, que a menudo se avería; o como el contestador de Hacienda, del que nunca sé qué botón apretar). El espectador (o el ciudadano) marcaría su respuesta, la maquinita haría números y el mundo se regiría por una encuesta.

No sé por qué, pero acabo de pensar en Idiocracy.

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