Teníamos
un libro. La novia vestía de negro, de Cornell Woolrich. Y teníamos una película. La novia vestía de negro, de François Truffaut. Teníamos un reto (planteado en el post anterior): ver cómo se trasladaba un capítulo que no sólo era capital para el conjunto del libro sino que discurría sin que en ningún momento se pudiera revelar la identidad de los personajes.
La
solución que ofrece Truffaut es quizá la más sencilla. Elimina por
completo el capítulo y, en definitiva, cambia el final. La novela de
Woolrich termina por imponer un castigo severo a su protagonista, en
un final de dureza extrema: ella es detenida gracias al capítulo que
aquí hemos tratado y pronto se le revela que su venganza no tenía
razón de ser.
Truffaut,
en cambio, termina por plantear un relato de venganza sin desgarro
final. Ahora bien: sí que plantea la detención de la protagonista.
Lo hace, curiosamente, durante un entierro, cuando ella tiene el
rostro tapado y su identidad (como en el libro de Woolrich) está
escondida bajo un velo negro.
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